En un mundo donde Ucrania suele reducirse a imágenes de conflicto o al recuerdo de Chernóbil, la Casa de Ucrania en México despliega una narrativa distinta: la de una nación que teje su identidad entre bordados ancestrales, melodías nostálgicas y una hospitalidad que encuentra eco en tierras mexicanas. Ganna Matichyna, presidenta de esta organización, revela cómo el arte y las tradiciones se han convertido en actos de resistencia y puentes culturales.
“Antes de la guerra, el mundo solo asociaba Ucrania con Chernóbil o el borscht”, confiesa Matichyna. Hoy, después de veinte años viviendo en México, su trabajo desmonta estereotipos con pasarelas donde vestidos tradicionales ucranianos y oaxaqueños dialogan en colores y texturas. “Durante nuestro evento en 2023, hasta diseñadores mexicanos se sorprendían al no poder distinguir un huipil de una vyshyvanka (camisa bordada ucraniana) salvo por pequeños detalles”, relata. Estas similitudes no son casualidad: ambos pueblos comparten una devoción por la tierra —Ucrania fue esencialmente agrícola hasta el siglo XX—, rituales de hospitalidad y una pasión por la música que trasciende fronteras.
Pero la labor de la Casa va más allá de mostrar paralelismos. Talleres de pysanky (huevos decorados con símbolos ancestrales) y bordados enseñan que estas técnicas eran “códigos de protección espiritual” para los ucranianos. El teatro guiñol y festividades como el Día de San Nicolás revelan una cultura festiva que persiste incluso en el exilio. “El bordado es nuestro ADN. Cada puntada cuenta historias de resistencia, igual que los textiles mexicanos”, subraya Matichyna.
Frente a la destrucción de patrimonio cultural en su país —como el museo del filósofo Skovoroda o iglesias centenarias bombardeadas—, la Casa responde con proyectos que honran la memoria mientras construyen futuro: una exposición sobre mujeres en el exilio (7 de julio), talleres de periodismo de guerra y colaboraciones con comunidades migrantes. “La fuerza nace de unir nuestras luchas”, afirma.
Matichyna es clara: “Ucrania no es solo guerra: es un pueblo que borda esperanzas”. Su mensaje evoca al poeta Shevchenko: “La cultura es el arma más poderosa contra la opresión”. Mientras tanto, en cada taller, cada conversación y cada hilo entrelazado, la Casa de Ucrania demuestra que la identidad —como los diseños de sus bordados— se fortalece cuando se comparte.

Frente a la destrucción de patrimonio cultural en su país —como el museo del filósofo Skovoroda o iglesias centenarias bombardeadas—, la Casa responde con proyectos que honran la memoria mientras construyen futuro: una exposición sobre mujeres en el exilio (7 de julio), talleres de periodismo de guerra y colaboraciones con comunidades migrantes. “La fuerza nace de unir nuestras luchas”, afirma.
Matichyna es clara: “Ucrania no es solo guerra: es un pueblo que borda esperanzas”. Su mensaje evoca al poeta Shevchenko: “La cultura es el arma más poderosa contra la opresión”. Mientras tanto, en cada taller, cada conversación y cada hilo entrelazado, la Casa de Ucrania demuestra que la identidad —como los diseños de sus bordados— se fortalece cuando se comparte.