
El trabajo comunitario con un enfoque deportivo y recreativo en la Territorial Atlalilco Axomulco inició en 2021, en el corazón de los barrios de la alcaldía Iztapalapa, Ciudad de México. Este esfuerzo surge como parte del programa Iztapalapa la Más Deportiva, implementado bajo la administración de la licenciada Clara Brugada Molina, con el objetivo de transformar el acceso al deporte y la recreación en una de las zonas más marginadas de la ciudad.
Los barrios de esta territorial enfrentan una serie de desafíos estructurales: niveles socioeconómicos bajos, familias disfuncionales, escasez de espacios públicos adecuados, y altos índices de violencia, drogadicción y deserción escolar. Estas condiciones, sumadas al limitado acceso a clases deportivas privadas, hicieron urgente la intervención comunitaria.
Desde el inicio, nuestro trabajo se enfocó en aprovechar al máximo los recursos proporcionados por el programa y en colaborar estrechamente con el área de cultura de la territorial. Así, llevamos a cabo actividades como ajedrez, cascaritas, rallys, carreras, rodadas, caminatas perrunas, clases de trampolín y baile fitness, ferias deportivas, entre otras dinámicas que buscaban no solo activar físicamente a los participantes, sino también fortalecer el tejido social.
Los resultados no tardaron en reflejarse: los niños encontraron en el deporte una vía para alejarse de los llamados puntos rojos, donde la drogadicción y la violencia suelen atrapar a los más jóvenes. Muchas mujeres encontraron un espacio seguro para aprender actividades que fortalecieran su economía y autoestima. Observamos cómo estas acciones no solo impactaban la salud física, sino también la calidad de vida y el bienestar emocional de los participantes.
Un reto importante fue la falta de infraestructura adecuada. Las actividades se realizaban en calles estrechas, callejones inseguros o patios particulares que la misma comunidad ofrecía con generosidad. Fue necesario cerrar vialidades, negociar el uso de espacios privados y, sobre todo, ganarse la confianza de los vecinos. Sin embargo, la respuesta de la población fue alentadora: aportaron balones, juguetes, tableros de ajedrez y otros materiales que facilitaron nuestro trabajo.
El vínculo creado trascendió lo deportivo; nos convertimos en amigos y aliados de la comunidad. Muchos jóvenes y adultos encontraron en estas actividades un refugio, un propósito y una motivación para alejarse de la violencia y el suicidio.
Hoy, el impacto de este esfuerzo se refleja en espacios como la Utopía, un centro comunitario que cuenta con alberca, canchas deportivas y zonas de boxeo. Aquí, personas que alguna vez participaron en nuestras actividades en las calles ahora disfrutan de instalaciones dignas y seguras. Sin embargo, persiste el desafío de atender a quienes siguen enfrentando estas problemáticas fuera de estos espacios.
El llamado es claro: necesitamos más manos, más voluntades y más compromiso para continuar esta transformación comunitaria. El deporte y la recreación no son solo actividades físicas, son herramientas poderosas para reconstruir el tejido social y ofrecer nuevas oportunidades a quienes más lo necesitan.