La humanidad está provocando la sexta extinción masiva, con más de un millón de especies en peligro de desaparecer. México lidera la pérdida de fauna silvestre a nivel mundial, y el plástico en los océanos mata anualmente a un millón de aves marinas y 100,000 animales acuáticos. Desde 1970, el 60% de los mamíferos, aves, peces y reptiles han desaparecido, y en los últimos 20 años, el 77% de los gorilas y el 90% de los tiburones se han perdido. Además, el 50% de los insectos y corales han desaparecido, y la población de aves ha disminuido un 29%, equivalente a 3,000 millones de aves muertas.
La actividad humana es la principal causa de esta crisis. La urbanización, la contaminación, la deforestación y el cambio climático han destruido hábitats y alterado los ciclos naturales de los animales. Hoy, el 75% de los ecosistemas, el 70% de los océanos y el 50% de los ríos están gravemente dañados. Sudamérica y Centroamérica han perdido el 89% de sus ecosistemas de agua dulce, y para 2050, solo el 10% de la Tierra conservará su naturaleza.
Esta destrucción no solo afecta a los animales, sino también a los servicios ambientales esenciales, como el ciclo del agua y la polinización, que son vitales para la supervivencia humana. La humanidad ha superado seis de los nueve límites planetarios críticos, como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la acidificación de los océanos, lo que pone en riesgo la vida en el planeta.
Frente a esta crisis, es urgente adoptar una visión biocéntrica que reconozca los derechos de la naturaleza. Ecuador ha sido pionero al consagrar los Derechos de la Naturaleza en su Constitución de 2008, reconociendo a la naturaleza como sujeto de derechos y no como un recurso explotable. Esta perspectiva busca restablecer una relación armoniosa entre los seres humanos y la Tierra, promoviendo una ética biocéntrica que supere el antropocentrismo depredador.
La solución requiere un cambio civilizatorio: abandonar el crecimiento económico infinito, desmercantilizar la naturaleza y subordinar la economía a la ecología. Debemos proteger la vida silvestre no solo por su utilidad, sino por su valor intrínseco. El futuro de la humanidad depende de nuestra capacidad para reencontrarnos con la naturaleza y respetar sus límites. Como dijo Carl Sagan, cualquier civilización que desee sobrevivir debe limitar su crecimiento. El fracaso no es una opción.
La humanidad enfrenta una crisis ambiental sin precedentes, pero aún hay esperanza si adoptamos una nueva ética biocéntrica y reconocemos los derechos de la naturaleza. El camino es complejo, pero necesario para garantizar la supervivencia de todas las formas de vida en el planeta.